Y si comieras y adelgazaras, Qué harías?

Frutas

Prologo
Estaba realmente desesperado, pues era demasiado vanidoso para llevar 86 kilos a todas partes, me sentía una porquería. Yo sé que mis amigos y amigas me decían que no estaba tan mal y que soy un exagerado, pero no es como se ven sino como se llevan y esto muchos lo saben muy bien. Yo los llevaba muy mal, no me daban ganas de salir ni nada, la ropa me la ponía holgada y todos los días me repetía que no estaba gordo, simplemente estaba apenas con unos kilitos de más. Pero en mi interior no daba resultado.

Comencé a hacer todas las dietas que había, las más famosas, las proteicas y las balanceadas, pues no tenía tiempo de hacer deporte. Un día llegó a mis manos un libro de un nutricionista americano el Dr. Harvey Diamond y su esposa, allí explicaba cómo se mezclaban y como no se pueden combinar los alimentos, me parecía bastante lógico, el punto es que tomé el libro justamente como no había que tomarlo, como una “dieta” y claro, comencé a bajar un kilo por semana, pero el fin de semana que me juntaba con mis amigos subía dos o tres, así que también lo “largué por la borda”. Realmente era un libro excelente pero no me sirvió para bajar de peso, si bien es verdad que de esa manera uno jamás va a engordar ¿cómo hacía para adelgazar esos interminables kilos que los veía eternos en los “michelines”?
Una de las prácticas que hacía, totalmente independiente de toda dieta, eran los ayunos, siempre me había gustado descubrir cuál era mi límite, y cada vez que realizaba una de esas pruebas “espirituales” de abstinencia, intentaba llegar a más. Algunos ayunos llegaron a ser tan largos que llegué a pesar 65 kilos, una de las fotos que todavía conservo realmente es de miedo, luego de realizar un ayuno de 40 días en el desierto de Atacama en Chile.
El punto es que cuando comenzaba a comer y a recuperar los kilos, el pasaje por los 75 kilos parecía una parada de Metro, apenas permanecía allí durante dos minutos y luego continuaba mi carrera hasta los 86 kilos nuevamente. Nunca se me había pasado por la cabeza, o mejor dicho, nunca me había dado cuenta que el ayuno que realizaba era una excelente herramienta no solamente para purificar el cuerpo sino también para bajar de peso.
Cuando me di cuenta de ese potencial que tenía con el ayuno, lo usaba de manera personal, llegaba a los 75 kilos y luego cuando comenzaba a engordar debido a toda clase de excesos, principalmente la reunión con mis amigos semanales y las cotidianas malas combinaciones alimenticias diarias, pues realmente comía poco e igual subía de peso. El “efecto rebote” o “efecto yo-yo”, se manifestaba ni bien comenzaba a comer. Por eso una vez que subía dos o tres kilos practicaba un ayuno de un día o de dos y listo. El punto es que así estaba con un ayuno semanal, que me fui dando cuenta que mientras más próximo era al día después de la orgía gastronómica, era más eficaz para bajar de peso. Había encontrado otra excelente herramienta, el ayuno semanal o dieta hídrica o Semiayuno luego del día “D”. Después mas adelante explicaré de que se trata el ayuno semanal y el famoso día “D”.

 

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